CUATRO DÉCIMAS A LA MUERTE DEL AÑO VIEJO Y AL NACIMIENTO DEL AÑO NUEVO
Benjamín Cortés Valadez
Hasta su lecho de muerte
fui a visitar a un anciano;
se miraban en sus manos
hojas de días, bola inerte
que en pasado ya convierte
sin que yo las haya usado
para gozar, y angustiado
habla del niño que llega,
pues piensa que misma friega
le daré como a él le he dado.
Recuerda sus doce meses,
también sus muchas semanas;
me miró empezar con ganas
mis propósitos, a veces,
multiplicar pan y peces
queriendo alcanzar la cima;
pero luego vio con grima,
él ya blanca la cabeza,
cómo desidia o tristeza
acababan mi autoestima.
Hoy ya casi al despedirse
me suplica el año viejo
que me contemple en su espejo,
que es tiempo de arrepentirse;
y, entre toses, antes de irse,
quiere que jure que al niño,
que de llegar ya hace un guiño,
cuide de mejor manera
y que honre su vida entera
tratándome con cariño.
Y, sobre todo, por cierto,
quiere que sean los testigos
todos mis fieles amigos
que me vean cual libro abierto
y que así su fe despierto:
al viejo año, despedida,
y al nuevo, su bienvenida;
pero que sea la alegría
nuestra meta cada día
y sea mejor nuestra vida.