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viernes, 2 de febrero de 2024

viernes, 15 de diciembre de 2023

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viernes, 2 de junio de 2023

 

¿CÓMO NOS ROBAN LOS PATRONES? 

 BREVE HISTORIA DE UN JUICIO.



 Este folleto tuvo gran impacto antes de la primera guerra mundial. "Antes y durante la primera guerra mundial, se publicó y repartió por decenas de miles entre los obreros y soldados en toda Europa. Su análisis de clase sigue siendo válido hoy para los trabajadores. En el México actual, la explotación irracional de la tierra, acompañada de múltiples despojos, engaños y corrupción por las empresas mineras es brutal y a los mineros se les sigue robando igual hoy en día."

"¿Quién produce la riqueza? ¿Quién gana más en el proceso de producción?

El autor, John Wheatley, adoptó un método para explicar lo que es la explotación del hombre por el hombre. Por ello escribió este texto sobre un supuesto juicio.

Los acusados son un patrón minero y un latifundista.

Se les acusa de haber conspirado para robar al viejo minero Dick Mc Gonnagle

 

 INTERROGATORIO AL PATRÓN DE LOS MINEROS

JUEZ:- (J)

ACUSADO: (A) EL PATRON DE LOS MINEROS

J.- ¿Cómo se llama usted?

A.- Frederich Michel Thomas Andrew Sacher, señor

J.- Tiene muchos nombres.

A.- Protesto, señor.

J.- No le he preguntado su oficio. Quiero saber cómo se hizo de tantos nombres.

A.- No puedo contestarle, señor.

J.- ¡Ah! Me parece sospechoso. ¿Nos podrá contar que riqueza posee?

A.- (Orgulloso). Un millón de dólares, señor.

J.- Debe ser un hombre muy capacitado. ¿Cómo llegó a tener ese millón de dólares?

A.- Lo hice señor.

J.- ¿Así que reconoce que es culpable de fabricar monedas?

A.- (Indignado). ¡No señor!

J.- Pues entonces díganos, ¿qué quiso decir al decir que “lo hizo”?

A.- Lo gané en negocios.

J.- ¿Cuánto tiempo lleva en negocios?

A.- Veinte años, señor.

J.- Debe ser un trabajador muy capaz para haber ganado tanto dinero en tan poco tiempo.

A.- (Indignado). Yo no trabajo, señor.

J.- ¡Ah! Muy interesante. No trabaja usted... y sin embargo nos ha dicho que en veinte años ha ganado un millón de dólares.

A.- Es que soy propietario de una mina.

J.- ¿Y qué es una mina?

A.- Un pozo a unos 200 metros bajo tierra. También tengo varios edificios y maquinaria para producir carbón.

J.- ¿Usted excavo el pozo?

A.- No señor. No soy trabajador. Yo lo que hice fue procurar que otros hicieran el trabajo.

J.- Es un caso extraordinario. Dice que otros hombres construyeron los edificios, fabricaron la maquinaria y excavaron el pozo, mientras usted es el verdadero dueño. ¿Los obreros no tienen ninguna participación?

A.- No señor, soy el único propietario.

J.- Tengo que reconocer que no lo comprendo. ¿Quiere decir que aquellos hombres pusieron una mina a pleno funcionamiento y luego se la entregaron a usted y ni siquiera retuvieron una participación para ellos mismos?

A.- Así es, señor.

J.- Debían ser o muy ricos y generosos o muy tontos. ¿Eran ricos?

A.- No señor.

J.- ¿Tenían ellos muchas minas?

A.- Ninguna, señor. Eran simples obreros.

J.- ¿Qué quiere decir con “simples obreros”?

A.- Pues, simplemente, gente que trabaja para los demás.

J.- Seguramente será gente muy generosa. ¿Ellos no necesitan minas?

A.- No señor. Pero yo les permito trabajar en la mía.

J.- Muy amable por su parte. Sin embargo, no lo es tanto como ellos, que le dieron la mina entera. ¿Usted cómo no la necesita toda puede permitir a los demás usarla?

A.- No comprende, señor. Yo no trabajo en mi mina. Yo permito a los obreros que lo hagan ellos.

J.- Ya veo. Después de que le entregaran la mina, usted se da cuenta de que no la necesita y se la devolvió para ahorrarle el trabajo de construir otra. ¿Es así?

A.- No señor. La mina es mía, aunque ellos trabajen allí.

J.- La situación es verdaderamente confusa. Posee una mina que no excavó usted. Posee maquinaria que ni fabricó ni la hace funcionar. Usted no trabaja en esa mina, porque no quiere trabajar. Los que quieren trabajar no poseen ninguna mina; sin embargo, le dan a usted una. ¿Es que usted les suplicó que trabajasen en su mina, ya que no la usaba?

A.- De ninguna manera, señor. Ellos me suplicaron a mí para que les permitiera trabajar.

J.- Pero, ¿por qué tenían que pedir permiso para usar su mina? ¿Por qué no se hicieron una ellos mismos, igual que la construyeron para usted?... ¿Acaso les paga para trabajares su mina y mantenerla en condiciones?

A.- Sí señor. Yo les pago según la cantidad de carbón que producen.

J.- Bien. Me parece justo. Imagino que esos hombres se harán pronto ricos. Tendrán el carbón que producen más lo que les da usted para mantener su mina en condiciones, ¿no es así?

A.- No señor, El carbón que producen es mío.

J.- Es usted muy gracioso, mi querido señor. Aquellos hombres excavaron el pozo, lo pusieron en condiciones para funcionar y extrajeron el carbón, ¿cómo puede reclamar usted?

A.- Porque les di permiso para hacerlo.

J.- Les permitió excavar y luego usted cogió el pozo. Les permitió construir la fábrica y luego se la quedó. Les permitió sacar el carbón y luego se lo apropió.

A.- Si señor. Pero yo les pagué para hacerlo.

J.- ¿Y de dónde sacó usted el dinero? ya que no trabaja.

A.- Heredé de mi padre 10,000 dólares y parte las invertí, hasta que los obreros sacaron el carbón.

J.- Y su padre, ¿cómo ganó ese dinero?

A.- De la misma forma que yo he convertido esos 10,000 dólares en un millón.

J.- ¿Y cómo lo ha hecho?

A.- Vendiendo el carbón.

J.- ¿Le emplearon los obreros para venderlo?

A.- No señor. El carbón es mío.

J.- ¿De verdad? La pretensión de que el carbón es suyo me pareció tan impertinente que no lo había tomado en serio. En vez de pagar a los mineros el valor de carbón, retuvo su salario, ¿no es así?

A.- No. Les pagué el mínimo para conseguir que vinieran a trabajar.

J.- ¡Qué raro! ¿Y por qué esos hombres tienen que trabajar para usted?

A.- Porque no pueden trabajar sin maquinaria, señor. Y la maquinaria cuesta dinero. Nosotros los ricos, tenemos el dinero y por lo tanto la maquinaria y como a esos hombros no les queda más alternativa que morir de hambre o trabajar, tienen que aceptar nuestras condiciones.

J.- El Estado podría proveer el dinero necesario por abrir las minas, entonces, ¿por qué está la gente obligada a aceptar sus condiciones?

A.- Muy sencillo. El Estado está dirigido por el Parlamento que lo componen hombres como yo. No son tan tontos como para perjudicarse ellos mismos.

J.- No se me había ocurrido que en el mundo hubiera gente tan estúpida como parecen ser estos obreros... según lo que usted me ha dicho, porque ¿cuánto carbón produce un minero en una jornada de trabajo?

A.- Aproximadamente tres toneladas, señor.

J.- ¿Y a qué precio vende usted este carbón?

A.- A 10 centavos la tonelada, señor.

J.- Pues bien. Sea tan amable de decirnos cuánto recibe el minero por la jornada en la que produce 3 toneladas, las cuales vende usted en 30 centavos.

A.- El minero recibe, aproximadamente 5 centavos.

J.- ¿Habla usted en serio?

A.- Sí señor.

J.- ¿Y qué ocurre con el resto del dinero?

A.- Una parte es para los que trabajan en la superficie y para la amortización anual de la maquinaria. El duque recibe una buena proporción en concepto de renta y derechos. Lo que queda es mi beneficio.

J.- ¿Qué es la renta y los derechos?

A.- La cantidad que cobra el duque por dejarnos utilizar la tierra

J.- ¿Qué? Bueno no importa. Ya le interrogaré.

J.- Así que como usted ha llegado a poseer un millón de dólares y este viejo minero vive en la miseria. Usted vende su carbón, al tiempo que retiene la mayor parte de su dinero.

Su padre robó de la misma forma al padre del minero, hasta dejarle sin un penique y así usted ha podido robar a este hombre también. Si permitiéramos que esto sigue así, su hijo sería más rico que usted y el hijo del minero sería aún más pobre. En consecuencia, el poder de su familia para esclavizar a la familia minera aumentaría con cada generación. Afortunadamente, este juicio puede cortar su escandalosa conspiración.

 J.- Siéntese hasta que interroguemos a los demás.

 


 INTERROGATORIO AL DUQUE DE HAMILTON:

JUEZ: (J)

ACUSADO: (A) EL DUQUE DE HAMILTON

Hombre de mediana edad, regordete con aspecto de estar bien cuidado y alimentado.

J- ¿Cómo se llama?

A.- Soy el Duque de Hamilton

J- Oiga, no le pregunte su ocupación, sino su nombre.

A.- Es mi título, señor

J.- Tal vez el título se quede en un número al acabar este juicio, así que no abuse del Tribunal ¿Cómo se lama?

A.- No uso ningún nombre, señor juez

J.- ¿Trabaja, usted?

A.— No, señor.

J.- ¿Qué? ¿Otro vago?

A.- No señor, soy rico.

J.- Si la riqueza es producto del trabajo y usted no trabaja, ¿Cómo es que usted es rico?

A.- Heredé mi riqueza, señor.

J.. ¿Fue su padre quién la ganó con su trabajo?

A.- No señor, él también era rico.

J.- Entonces su abuelo o bisabuelo ¿ha trabajado alguien en su familia alguna vez?

A.- No señor.

J.- ¿Y cómo se enriquecieron?

A.- Igual que yo, señor.

J.- ¿Cómo?

A.- Permitiendo que la gente utilizara nuestras tierras.

J.- ¿Cómo se hizo usted de tierra? ¿Usted la creó?

A.- No señor la creó Dios.

J.- La creó para sus antepasados

A.- No se lo puedo decir, señor.

J.- Pero usted sabrá si Dios la creó para sus antepasados o ya existía antes de que sus antepasados existieran.

A.- Existe desde siempre, señor. Mi familia la consiguió en la época de Roberto Bruce.

J.- ¿Qué derecho tenían para apoderarse de la tierra?

A.- Se la dio Roberto Bruce.

J.- Pero ni Bruce la creó, ni tenía ningún derecho a regalarla; por lo tanto, usted no tiene ningún derecho ni moral, ni legal. ¿Trabaja usted la tierra?

A.- No señor, no me hace falta. Hay miles de personas para trabajarla.

J.- ¿Por qué no trabajan ellos en sus propias tierras?

A.- Porque no tienen.

J.- ¿Qué? ¿Es que usted pretende ser el dueño absoluto de las tierras de la zona?

A.- Si señor.

J.- O sea que esos hombres, ¿o bien trabajan para usted, o se mueren de hambre?

A.- Eso es, señor

J.- Espero que no haga usted como el

propietario de la maquinaria, ¿o también les da usted permiso de trabajar a condición que le den una parte de lo que producen?

A.- Eso es, señor.

J.- (Hablando consigo mismo) Ahora veo la necesidad del fuego eterno. ¿Qué parte del carbón que produce el minero le corresponde a usted?

A.- Normalmente, la cantidad que me dan por concepto de derechos, es la mitad de lo que le dan al minero por su trabajo.

J.- ¿Así que cuando el minero produce 3 toneladas, le entrega a usted una?

A.- Sí señor.

J.- Entonces si hay 20,000 mineros en su tierra ¿todos le dan una tercera parte de lo que excavan?

A.- Sí señor.

Por lo tanto, de los 20,000 que trabajan en su tierra, hacen falta 10,000 para ganar tanto como le entregan a usted.

A.- Sí señor.

J.-Y esos l0,000 deben arriesgar su vida en las minas, mientras usted se divierte como le da la gana.

A.- Sí señor.

J.- Qué clase de hombres son esos?

A.- Hombres inteligentes, realistas señor.

J.- ¿Por qué no se hacen de la tierra ellos mismos?, ¿por qué no la nacionalizan? Entonces usted no podría seguir robando la tercera parte de su producción.

A.- Eso no puede ser señor, eso sería el socialismo. Ellos prefieren seguir pagándome los derechos.

J.- Pero aprovecharse de su sencillez, es un crimen horrendo. ¿No le da vergüenza hacerlo?

A.- De ninguna manera señor. Es legal.

J.- Quién hizo las leyes?

A.- La clase a la que pertenezco señor, y no se equivocaron?

J.- No sé si se equivocaron, pero usted esta muy equivocado si piensa que este Tribunal va a juzgar sus actos con las leyes que ellos mismos hicieron.

Supera mi capacidad de comprensión el entender que una comunidad se permita la infección de hombres como usted.

 

J.- Por favor colóquese por allí mientras escuchamos un testimonio en contra de usted. 

 


 EL TESTIMONIO DEL VIEJO MINERO

DICK MC GONNAGLE:

JUEZ- (A)J

TESTIGO: (T) EL VIEJO MINERO DICK

J.- ¿Qué edad tiene usted?

T.- 52 años, señor Juez.

J.- ¡Cielos! Parece que tuviera usted 80 por lo menos.

T.- He tenido que trabajar mucho, señor.

J.- ¿Cuánto tiempo ha trabajado en las minas?

T.- 40 años, 5 días por semana, señor Juez.

J.- ¿Cuánto carbón produce cada día?

T.- 3 toneladas.

J.- ¡Huy! Usted debe ser un hombre muy rico. En40 años ha producido 30,000 toneladas.

T.- No manejo muy bien los números, señor.

J.- Me han dicho que se vende el carbón a 10 centavos la tonelada.

T.- No se señor.

J.- ¿Sabe usted que el valor en el mercado del carbón que ha producido usted es de 15, 000 dólares?

T.- No lo sabía, señor.

J.- ¿Cuánto gana usted?

T.- 25 centavos semanales.

J.- ¡Cielos! A Usted le han robado 12,500 dólares ¿Adónde ha ido a parar esa cantidad? (El abogado del minero explica que se demostraría que los reos, el Duque y el propietario, lo habían dividido entre ellos e incluso, que después habían robado al viejo Dick la proporción pequeña que él había recibido)

T.- Supongo que mi patrón se lo ha quedado, señor.

J.- Sigue trabajando en las minas?

T.- Si, señor.

J.- ¿No encuentra difícil el camino hasta el pozo?

T.- Si señor Ahora tengo que salir de casa media hora más temprano que antes, ya que tengo que parar y respirar más cada 100 metros.

J.- ¿Cómo llega al tajo cuando ha bajado el pozo?

T.- Un joven me lleva en una carretilla.

J.- Y le deja tirado allí para que excave carbón?

T.- Si señor Juez.

J.- ¿Y cuándo lo tiene excavado, sus patrones se lo llevan, se lo roban?

T.- Pues viéndolo así, si señor Juez, así es.

J.- Sus compañeros le han robado alguna vez?

 

T.- Una sola vez, señor Juez. Un hombre me robo una carretilla, pero le echaron de la mina. Sin embargo, hay un hombre, el Duque que me ha robado una de cada 3 carretillas que yo he excavado durante los 40 años que tengo trabajando. Creo que es a el al que se le debería detener y castigar.

  

 LA SENTENCIA 

JUEZ: (J)

ORDENANZA (secretario del juez)

Luego tras oír los argumentos de un socialista y un clérigo, en contra y a favor, de los acusados, el Juez se levantó para emitir su sentencia y dijo:

J.- No tengo ninguna duda sobre la culpabilidad de los acusados, pues ellos mismos han admitido sus faltas. Sin embargo, pienso que no hay ningún castigo al que esta corte pudiera condenarles que sea suficiente para hacerles pagar los terribles crímenes que han cometido, en el infierno sabrán que hacer con ellos.

Ordenanza. - ¿Y dónde queda ese lugar señor Juez?

J.- Bueno, he olvidado el sitio exacto, pero no hay problema pregúntenle al cura