SOLALINDE: EL CURA PROTECTOR DE LOS MIGRANTES
La iglesia católica cuyo nombre viene del latín catholĭcus y este a su vez del griego καθολικός y cuyo significado es “iglesia universal” o la “iglesia común a todos” debe ser distinguida de la religión católica. Difícil es concebir que deban y puedan separarse una de la otra. Pero si somos honestos debemos considerar diferente a la institución de la creencia popular.
La imagen del Cristo, humilde hijo del carpintero de nombre José. El Cristo que nació en un pesebre, después de que sus padres peregrinaron muchos días huyendo de la autoridad que pretendía dar muerte al niño que iba a nacer, cuya madre humildemente montó en una mula y solicitó posada a un humilde aldeano. La imagen del Cristo que vivió como hijo de un obrero, pobre materialmente y murió en la cruz para redención de todos los mortales sin importar o distinguir cuán humildes podían ser. Esta imagen que guarda el pueblo trabajador es contraria a la imagen del jerarca de la iglesia con trajes y anillos de oro.
La iglesia que se autodenomina católica como institución, se da este nombre en su pretensión de ser la “iglesia universal” o “común a todos” y como religión o creencia religiosa es la que profesa la inmensa mayoría de la población mexicana, de eso estamos conscientes; pero también somos conscientes y testigos de que no hay coincidencias entre la iglesia como institución y la religión que profesa el pueblo católico.
Difícil para muchos es hacer coincidir el mensaje de Cristo y las actitudes mercantiles de jerarcas religiosos. Difícil para muchos mexicanos es creer que personajes nefastos como Onésimo Cepeda, obispo de Ecatepec, un tipo que contrario al mensaje de Cristo es empresario y promotor de crueles corridas de toros en dónde disfruta el dolor ajeno, difícil para un obrero honesto es considerar que Onésimo es el representante del Cristo en la tierra.
Difícil es creer en curas pederastas como Marcial Maciel y sus legionarios de cristo, que reclutan jóvenes “bien parecidos” para enviarlos a engañar a mujeres maduras y proponerles que hagan grandes donativos para los “legionarios”. Difícil es creer que la obra de Marcial Maciel educador de niños ricos en su universidad Anáhuac, sacerdote que ha sido acusado por el mismo vaticano, de haber abusado sexualmente de niños, jóvenes y seminaristas y de tenido diversas mujeres y haber violado a su hija así como a sus dos hijos varones, a los cuales la legión ha tenido que indemnizar con enormes cantidades de dinero.
Difícil es creer que sean representantes de Cristo los curas que bendicen las armas con las que se priva de la vida a otros cristianos, o que conviven con políticos millonarios y narcos en fiestas, ceremonias y convivios políticos.
Todo ello es condenable para los humildes trabajadores que se consideran Cristianos, y manifestamos para ellos nuestro más profundo respeto, y nuestro profunda admiración a obispos y curas cuya vida y obra es un ejemplo real del verdadero mensaje de Cristo. Vaya a ellos en esta semana santa nuestro reconocimiento y aprecio. Recordamos a Monseñor Sergio Méndez Arceo, el cura rojo de Cuernavaca, Morelos, al tatic Samuel Ruiz de San Cristóbal de las Casas, al obispo Raúl Vera de Saltillo, al padre “Chucho” y a la madre Pool de San Pedro Mártir en el DF, y de manera muy especial al padre Alejandro Solalinde de Oaxaca, padre protector de los migrantes centroamericanos, de quien anexamos dos videos y solicitamos recordando al Cristo que murió en la cruz, difundir el mensaje del padre Solalinde y su defensa intransigente de los migrantes que pasan por nuestro país buscando lo que les niegan en el propio. Migrantes que nos recuerdan a nuestros hermanos chicanos en Estados Unidos.
Vaya pues, en esta semana santa un fraternal saludo a esos Maestros de Cristo que luchan codo a codo al igual que nuestros compañeros normalistas, procurando una vida mejor para el pueblo trabajador de la ciudad y del campo.
Caramba, y sólo nos queda exclamar: Si los jefes de la iglesia Católica fueran como el padre Solalinde, muchos ya no huiríamos de la iglesia que solo piensa en castigar, censurar y sobre todo en vivir a expensas de las limosnas de los fieles favoreciendo a los ricos.