Palacios Pérez Cristina
CONCURSO: LA REVOLUCIÓN MEXICANA “RECUPERANDO LA MEMORIA”
La historia de México comenzaría una nueva etapa a partir de 1910, una vez conocida la información que Porfirio Díaz había ofrecido a James Creelman y, ante la proximidad de efectuar la elección presidencial, diversos grupos políticos especularon al respecto.
La sociedad mexicana a través de diversos representantes con una gran presencia, entre los que destacan: Francisco. I Madero, Emiliano Zapata, Pancho Villa (Doroteo Arango) y Venustiano Carranza en cada uno de sus movimientos,se manifestaron a favor de un nuevo México tratando así de modificarlo.
El pueblo mexicano apoyó a cada uno de estos movimientos, se identificó con el personaje que consideró sería idóneo para poder realizar el cambio, demostrando así una dificultad social que al paso del tiempo comenzaría a tener dificultades para mantenerse.
Fue así, que durante la época de los 50 del siglo pasado –entre 1950 y 1959- a casi 40 años del inicio del último gran movimiento en nuestra historia, se publicaron dos obras extraordinarias de la literatura mexicana: El laberinto de la Soledad, de Octavio Paz y La región más transparente de Carlos Fuentes; ambos textos abordan –con matices distintos y desde diferentes ópticas- el profundo individualismo, el egocentrismo, la soledad y apatía social de los mexicanos que se había generado en la Post-Revolución
Es ahí en donde un contraste enorme se da en nuestra historia y prevalece hasta nuestros días; ¿Dónde quedaron los ideales de la unidad nacional que nos auguraban un gran desarrollo?
No cabe duda de nuestras contradicciones y contrastes.
Al mismo tiempo que nos caracterizamos por ser hospitalarios podemos ser sumamente hostiles con quienes integran nuestro entorno inmediato.
La sociedad mexicana es capaz de ser candente y apasionada para combatir o defender posiciones inocuas –como los aficionados al futbol, que sostienen batallas campales por honor a sus equipos- y al mismo tiempo permanecer impasibles ante la injusticia.
Si el enemigo toma forma de desastre natural, los mexicanos podemos ser solidarios, heroicos y generosos hasta el sacrificio, cuando esto sucede, salimos a las calles, trabajamos, nos organizamos, somos eficientes y aptos para actos sublimes; abrimos la cartera, los corazones y hasta nuestras casas en pos de aliviar el dolor del prójimo.
Pero si el enemigo es un gobernante corrupto, un grupo de abusivos o alguien con un poco más de relevancia que nosotros –económica, política o socialmente-, podemos voltear la cara sin empacho y hacer como si nada pasara o bien aducir que no se puede hacer nada para enfrentar al abusivo.
En el mejor de los casos, vociferamos, nos quejamos y señalamos, pero hasta ahí llegamos, los mexicanos ladramos pero no mordemos y en muchas ocasiones colmamos de caravanas a quien abusa de nosotros, quizá con la esperanza de que nos llegue el turno de sacar provecho de una posición de privilegio.
Es muy común ver personas solícitas y atentas con quienes son apreciados como superiores y ver a esas mismas personas comportándose déspotas y arrogantes con quienes perciben inferiores a ellos.
Éste es un país en donde la discriminación es generalizada; de hecho, nos puede pasar inadvertida. Aquí se organiza un Teletón para ayudar a personas con discapacidad en el que participa activamente la sociedad y al mismo tiempo, aquí, la apariencia física puede determinar la clase social.
Los mexicanos somos racistas, clasistas y segregacionistas. En este país hay esclavos disfrazados de trabajadoras domesticas, de campesinos, de mineros, de obreros, de costureras, etcétera, a pesar de que Hidalgo decretó la abolición de la esclavitud a principios del siglo XIX; ¿Qué nos ha pasado como mexicanos, donde han quedado los valores, los buenos ciudadanos, los que lucharon en la revolución hace ya 100 años por un mismo ideal?
Vivimos viendo hacia nosotros mismos, hurgando en los limitados caminos de nuestras soledades, no sabremos –ni queremos- trabajar en equipo; no hemos sido capaces de encontrar la ventaja que tiene sumar, porque para eso es preciso dar la parte que nos toca.
Somos desconfiados por que nos sabemos abusivos; sospechamos del vecino por que conocemos nuestra idiosincrasia tramposa; somos suspicaces porque vivimos nuestras simulaciones. Pocas veces atacamos de frente, en México la gente se cuida la espalda, los poderosos abusan porque muchas veces sus víctimas canalizan más sus esfuerzos en tener algún día la oportunidad de abusar, que en sacudirse al abusivo.
¿Llegaremos algún día los mexicanos a ser realmente fuertes para sacar de nuevo a este país adelante? o ¿Realmente el nuevo movimiento debe ser para la sociedad y no para quien los gobierna?, no lo sé, pero retomando el nombre del libro del gran Octavio Paz: Los mexicanos seguimos extraviados en el laberinto de nuestra infinita soledad.